A día de hoy si preguntas es muy probable que la mayoría de la gente no sepa decirte el nombre de una mujer graffitera, y no es raro, ya que no sólo es que sean menores en número, en comparación con los hombres dentro del mundo del graffiti, sino que además influyen muchos factores como el anonimato en algunas obras urbanas, o que muchas veces no sabemos realmente quién se esconde tras un nombre artístico.
Pero la realidad es que las mujeres han estado ahí desde el principio, y han roto muchas barreras de ideas machistas.
Desde su nacimiento en los suburbios de Philadelphia y New York el graffiti ha sido una forma de expresión artística y reivindicativa del individuo, y ha estado marcada por el panorama social de la época (finales de los años 60), que hizo que muchas mujeres graffiteras tuvieran que luchar muy duro por hacerse hueco entre los hombres. En la segunda mitad de los años 70, la presencia femenina se hizo notar más, tanto por el crecimiento del número de chicas como por la expansión del movimiento. Muchas de las mujeres pioneras del momento se ganaron un renombre, como Barabara 62, Eva 62, Charmin, Stoney, Grape I 897, TNT… En esos momentos el graffiti era una puerta abierta para la mujer hacia la libertad de expresión, hacia la trasgresión, hacia el poder de hacerse notar, de romper lo escrito y de liberarse de la opresión social en todos los sentidos.
Nos dejaron anécdotas como que Charmin, Barbara 62 y Eva 62 pusieron sus firmas en los lavabos de las duchas de un instituto masculino de El Bronx, lo cual, como podréis imaginar, fue toda una hazaña, y que igualmente Charmin fue la primera en firmar en la estatua de la Libertad.
Era muy común que las mujeres se pusieran nombres muy femeninos, como la famosa Lady Pink, protagonista del documental “Wild Style”, como una manera más de recalcar que se trataba de mujeres graffiteras. Incluso hoy en día, graffiteras como Sax, de Vigo, usan intencionadamente colores y estilos muy femeninos para recalcarlo.
Así que, de vuelta al presente y concretamente a nuestro país, vengo a hablaros en especial de Chikita, una zaragozana que estuvo siempre relacionada con el mundo artístico, y comenzó a dar sus pasitos en el graffiti en su juventud, pidiéndole prestados los botes de pintura a su hermano. Desde entonces ha crecido como graffitera, y como artista en general, porque no sólo hace graffitis, sino que la puedes encontrar tanto dibujando con unos lápices y unos posca, como tatuando en La Dolce Vita Tattoo.
Su estilo es muy personal y, para mí, cautivador. Sus obras están rodeadas de algo mágico. Mayormente podemos encontrar graffitis con figuras femeninas, que aparentemente no tocan temas trascendentales, pero siempre esconden un significado: “Tratan de la vida, de vivir”.
También trabaja para locales comerciales, desplegando su creatividad sobre fachadas y persianas.
En su repertorio incluye animales, y éstos geniales objetos animados que están en la zona de exposiciones de The Weed Club, a nombre de “Papel y Boquilla”, que no necesitan más presentación.
En relación con lo que hablábamos antes, Chikita da su punto de vista: “Puedes enfrentarte a los mismos problemas o ventajas que puedas tener fuera del graffiti por ser mujer. No depende de ser mujer, o de pintar con hombres, sino de si la persona que tienes en frente es un cromañón o una persona”.
Y por si os habéis quedado con más ganas de Chikita, aquí tenéis su Facebook y su Flickr.